-How high Lily?-
Origami Records 2015
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Wilhelm se confiesan: nos han engañado. Sí, señores, su primer disco, aquella francachela de bases rítmicas demoledoras y sonidos heterodoxos que lo mismo bebían del punk y el hardcore que del folk y el pop y que nos desarmó y nos extasió con ese olor a nuevo, a sin estrenar, tan poco habitual en la música patria, no era del todo verdad. Lo dicen sin tapujos Helen y Guille, principales cerebros, manos y gargantas de la banda: “No terminaba de ser sincero con quienes realmente somos en directo y en la vida”.
En "How High Lily?", su último trabajo, mantienen todos los ingredientes anteriores. ¿La noticia mejor? Este les sale de la misma boca del estómago sin condiciones previas, sin miedo al qué dirán, un disco de Wilhelm concebido para afectar al sistema nervioso de Wilhelm. “Es real, tiene actitud real y sentimientos reales”, apostilla Guille. Aplican la fórmula que ha dado entidad a la banda pero ahora, más que nunca, al servicio de la víscera. Y con otra novedad: en varias canciones se alejan de los paisajes pastorales tan frecuentados en su debut y ahora se abrazan a la aridez de los decorados naturales de los ‘westerns’ de Sergio Leone y Clint Eastwood, otra de sus muchas debilidades.
“A nivel general, si el primer disco sonaba a bosque, este suena a desierto”, afirma Guille tajante, y remata: “No solo el sonido, también la portada, ahora más austera y cálida, las fotos de promoción, secas y calurosas... Es una idea global en este disco”.
Y ya que estamos de confesiones, ahí va otra: empezaron la casa por el tejado. Lean, lean lo que dice Helen: “El otro día un colega me contaba por qué odia los segundos discos. Que son más homogéneos, más cuidados y con mejor sonido, pero siempre son menos puros que el primero, salvo contadas excepciones…
"How high, Lily?" es una de esas excepciones”. Y lo es en cuanto a pureza, pero se equivoca en lo del sonido. Porque los 11 temas de su último trabajo tienen, efectivamente, la premura y el impacto de un debut, pero al mismo tiempo el cuidado en los arreglos y la capacidad de reinventarse, corte tras corte, de una banda que nació mucho antes que ayer.
Ahí siguen el repiqueteo de guitarras puntiagudas en temas como Wings of hate o el folk herboso y festivo en otros como Erin's song, pero también se desmandan sin rubor con sintetizadores deudores de Kraftwerk en Psychonight, donde añaden bases rítmicas remitentes del punk setentero y logran que ese maridaje improbable suene tan convincente como adictivo.
En este disco el tratamiento de la distorsión de las guitarras tiene la elegancia y el acierto de The Kills, el tempo y los trazos tropicales apuntan a Crystal Fighters o Vampire Weekend y el uso de la electrónica recuerda al giro de Liars o Animal Collective.
Aquí no hay alevosía, hay improvisación llevada a buen término casi por casualidad. No en vano, el motor de este disco está en el origen de su mismo título: una cantilena de la abuela de Helen, referida a una vecina aspaventera que, como habrán intuido, se llamaba Lily. “Lo decía siempre que creía que alguien exageraba o mentía sobre algo. Y este disco trata de eso, del desengaño. Cualquiera que se dedique a hacer música acaba sufriendo una o varias decepciones.
Ahora bien, lejos de ser un tratado sobre frustración vital, este disco refleja el momento posterior al bajón, el punto en el que dejas de tomarte tan en serio… Y dejas de tomar tan en serio al resto del mundo. Libertad, al fin y al cabo”.
Toda una declaración de intenciones al servicio de la iconoclastia en la que, las únicas beneficiadas, son las canciones: "How High Lily?" es, como ellos mismos aclaran, un contrato de honestidad con ellos mismos.
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Wings of hate
Erin's song
Cast away
Helia
Cool thing
Jungle army
Katie
Psychonight
Interlude: Sabus?
Sin
Wilhelm's kingdom
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